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CICERON.

cuentaba la casa de Mucio, uno de los principales del gobierno y del Senado, con quien hacía grandes adelantamientos en la ciencia de las leyes; y asimismo se aplicó á la milicia bajo Sila, durante la guerra Mársica. Despues, viendo que la república de sedicion en sedicion caminaba á precipitarse en la insoportable dominacion de uno solo, consagró de nuevo su vida al estudio y á la meditacion, conferenciando con los Griegos eruditos y cultivando las ciencias, hasta que, habiendo vencido Sila, pareció que la república tomaba alguna consistencia. En este tiempo Crisogono, liberto de Sila, habiendo denunciado los bienes de uno que decia haber perdido la vida en la proseripcion, los compró el mismo en dos mil dracmas. Roscio, hijo y heredero del que se decia proscripto, se mostró ofendido, é hizo ver que aquellos bienes valian doscientos y cincuenta talentos; de lo que incomodado Sila, movió á Roscio causa de parricidio por medio de Crisógono; y como nadie quisiese defenderle, huyendo todos de ello por temor de la venganza de Sila, en este abandono acudió aquel jóven á Ciceron. Estimulaban á éste sus amigos, diciéndole que con dificultad se le presentaria nunca otra ocasion más bella ni más propia para ganar fama; movido de lo cual admitió la defensa, y habiendo salido con su intento, fué admirado de todos; pero por temor de Sila hizo viaje á la Grecia, esparciendo la voz de que lo hacía para procurar la salud, pues en realidad era delgado y de pocas carnes, y tenía un estómago débil que no admitia sino poca y tenue comida, y áun esto muy á deshora. La voz era fuerte y de buen temple, pero dura y no hecha; y como su modo de decir era vehemente y apasionado, subiendo siempre de tono la voz, se temía que peligrase su salud.

Llegado á Atenas, se aplicó á oir á Antioco Ascalonita, seducido de la facundia y gracia de sus discursos, sin embargo de que no aprobaba las novedades que introducia TOMO IV.

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