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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

rato de las obras públicas; siendo éste sólo el que ain atestigua á la Grecia aquel poder y opulencia antigua no obstante esta disposicion, era entro las de Pericles la que más murmurahan sus enemigos, y la que más de calumniaban en las juntas públicas, gritando que el pue blo perdia su crédito y era difamado, porque se traia de Delos los caudales públicos de los Griegos; y áun la exc más decente que para esto podia oponerse á los que le prenden, á saler, que por miedo de los bárbaros traslaba de alli aquellos fondos para tenerlos en más seg custodia, áun esta se la quitaba Pericles; y así parece, cian, que á la Grecia se hace un terrible agravio, y que é st la esclaviza muy á lns elaras, cuando ve que con lo que é SE la obliga á conribuir para la guerra doramos y engala anamos nosolros nuestra ciudad con estatuas y templos c costosos, como una mujer vana que se carga de piedras p reciosas. Mas Pericles persuadia al pueblo que de aquel ilos Cusa é reada guri de caudales ninguna cuenla tenian que dar á los bárbaros, sia que ellos pusiesen ni un caballo, ni una nave, ni un sol- -dado, sino solamente aquel dinero, que ya no era de los que lo dabxu, sino de los que lo recibian, una vez que cump ian con ayuello porque se les entregaba; y puesto que la ciudad proveia abundantemente de lo necesario para la guea, era nuy juslo que su opulencia se emplease en tales obas, que despues de hechas le adquirieran una gloria etern,r que dieran de eomer á lodos miéntras se hacian, progOr cionando toda especie de trabajo y una infinidad de ocuI pa ciones; las cuales despertando todas las arles, y ponie ndo en movimiento todas las manos, asalariaran, digámoslo asi, toda la ciudad, que ánn mismo tiempo se embelleceria y se mantendria á sí misma. Porque los de buena edad y robustos tomaban en los ejércitos del público erario lo que para pasarlo bien habian menester; y respecto de la demas muchedumbre ruda y jornalera, no queriendo que dejase de parlicipar de aquellos fondos, ai que los percibiese des-