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Plutarco.—Las vidas paralelas.

siana mucha veces, y algunos se retiraban adorándole; mas cáesele en esto la tiara de la cabeza, y volviendo contra él un mancebo persa, llamado Mitridates, le hiere con un dardo en una sien junto al ojo, sin saber quién fuese.

Como le corriese mucha sangre de la herida, cayó Ciro desmayado y soporoso, y el caballo dando á huir corria desbocado, cuyos jaeces caidos al suelo recogió el escudero del que hirió á Ciro, bañados todos en sangre. A éste, que con la herida apénas podia dar paso, procuraban unos cuantos eunucos que allí se hallaban subirle en otro caballo y salvarle; mas no estando para ello, y yendo con gran dificultad por su paso, le cogieron por los brazos, y así le llevaban muy pesado ya del cuerpo y cayéndoseles, pero creido de que era vencedor, por oir á los que huian que aclamaban por rey á Ciro y le rogaban los mirase con indulgencia. En esto unos Caunios, hombres de mala vida, miserables, y que por muy poco jornal iban de trabantes en el ejército del Rey, se encontraron mezclados como amigos entre las gentes de Ciro, y no bien hubieron visto las sobreveslas purpúreas, siendo blancas las que usaban todos los del servicio del Rey, conocieron que eran enemigos. Atrevióse, pues, uno de ellos á herir con un dardo á Ciro por la espalda sin conocerle; y rota la vena de la corva cayó Ciro, dando al mismo tiempo con la sien herida sobre una piedra, y falleció. Esta es la narración de Ctesias, con la que, como con una mala navaja, le va matando poco a poco.

Cuando ya habia muerto, acertó á pasar á caballo Artasuras, especulador del Rey, y conociendo á los eunucos que se lamentaban, preguntó al que tenía entre ellos de más confianza: «Dime, Parsica, já quién lloras aquí sentado?» á lo que respondió: «¡No ves, oh Artasuras, á Ciro muerto?» Maravillado Artasuras procuró consolar al eunuco, encargándole la custodia del muerto, y él corrió á Arfajerges. que ya lo daba todo por perdido, y que se hallaba