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Plutarco.—Las vidas paralelas.

propuso dar ocasion á que los soldados mudaran de ánimo y se le pasasen, lo que así sucedió: porque un grandísimo número, que estaba cortado, al punto fué á incorporarse en sus filas, y los demas huyeron. Corrían muchos hácia Antígono, y diciéndole ano: «Contra ti vienen éstos, ob Rey.—¡Pues contra quién han de venir sino contra mí? respondió; mas ya volverá Demetrio en mi auxilio;» y miéntras estaba con esta esperanza mirando si vendria el hijo, siendo muchos á tirarle saetas á un tiempo, cayó muerto.

Todos los demas sirvientes y amigos al punto le abandonaron, quedando solamente en custodia del cadáver Torax de Larisa.

Terminada de este modo la batalla, repartiéndose los reyes vencedores, como si fuera un cuerpo muerto, todo el imperio de Antígono y Demetrio, tomaron cada uno su parte, y se repusieron de las provincias de éstos en las que cada uno habia tenido ántes. Demetrio huyó con cinco mil infantes y cuatro mil caballos, dirigiéndose con precipitacion á Efeso, y cuando todos creian que falto de recursos no se abstendria del templo, temeroso de que lo ejecutasen los soldados, dió al punto la vela, haciendo rumbo á la Grecia, por tener en los Atenienses sus principales esperanzas: porque hacía tambien la casualidad que allí había dejado naves, fondos y á su mujer Deidamia, y pensaba que no podia encontrar refugio más seguro en el estado en que se veia que el amor de los Atenienses. Por tanto, cuando navegando la vuelta de las Cicladas le salieron al encuentro embajadores de Atenas, intimándole que no tocase en aquella ciudad, porque habia decretado el pueblo que no se diera entrada á ninguno de los reyes, y á Deidamia la condujeron á Megara con el honor y acompañamiento conveniente, no fué dueño de sí mismo de cólera, sin embargo de que habia llevado hasta allí resignadamente su desgracia, y no se habia mostrado en semejante mudanza abatido ó humillado; pero el verse frustrado