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MIGUEL MORENO
Asiéndose á mis brazos, al bufete
subióse, y — ¡oh dolor! —
al mirar tu retrato, de su madre
al punto se acordó.
Y tu querido nombre pronunciando
con balbuciente voz,
me señaló el vacio, y dijo triste:
— No hay madre, se murió.
Y abrazado á mi cuello, tembloroso,
con tierna compasión,
besándome los ojos — ¡hijo míol —
mis lágrimas secó.