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R U B E N  D A R I O


Tal las almas se van sin oir nuestro grito
ni escuchar nuestro adiós,
y se echan a volar buscando el infinito,
esas aves de Dios.


Mas la esperanza muestra el sol de un nuevo día
de divina verdad;
¡y así al morir aquí, la tierna Ana María,
nace en la eternidad!

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