que no por mí, es Santiago Estrada, que escribe con corrección y soltura, aunque todavía no ha aprendido á volar: que aprenda si puede. La producción crítica es escasa, porque escasa es la literatura creadora. Entre nosotros, los únicos juicios literarios que medran, en general, son los que se publican en la prensa, opiniones de la amistad ó del rencor, desprovistos de doctrina y que revelan hasta donde puede llegar el aplomo insolente ó la pérfida mala fe.
En la oratoria, fueron de alto mérito Nicolás Avellaneda y Guillermo Rawson, muertos en el extranjero y dos figuras originales: el primero con sus rasgos de orador de períodos de decadencia, atildado, artificioso, armonioso; y el segundo, con su serena elocuencia puritana que era el reflejo de su alma noble y tersa. Orador fué también Félix Frías, simpático soldado de Lavalle contra la tiranía de Rosas, y odioso por sus intolerancias ultramontanas y nacionales, que hicieron de sus actos obras de energúmeno, sin que los iluminase el fulgor de un cráneo privilegiado, pudiéndose decir de él que fué una medianía tormentosa y enconada contra todas las ten-