siguiente de haber leído La bestia humana de Emilio Zola, maravillosa en el cuadro, en el análisis, en el símbolo. ¡Qué estilo, ¡qué pinturas, qué concepción, aunque pesimista, tan épicamente grandiosa, de ciertas modalidades y de ciertas corrientes de la vida! ¡Cuándo verán la luz en tierra argentina, libros como ese, tan firmemente asentado sobre altos pedestales elaborados por el genio creador, que es el eterno soberano, digan lo que quieran los impotentes y los miopes, y los insolentes que, con motivo de una novelita argentina, recientemente escrita, acaban de hacer sonar impíamente el nombre sagrado de Gustavo Flaubert!! Nos hacen falta libros y autores así; pero libros nacionales, libres de influencias extranjeras, productos de la propia individualidad del artista, que sean una personal visión de la naturaleza y de la humanidad. Ya vendrá todo en la hora propicia, con las lógicas transformaciones de la raza y del idioma, cuando sepamos quebrar á golpes de martillo, si es necesario, las cadenas que nos puedan unir á los extraños. Hasta hoy nuestro pueblo, ya tan distante de la estructura cerebral española, (pese á Valera, que está
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