circulaban de boca en boca, seguramente glosados y transformados, por toda la Hélade. Ya el entenado, en efecto, había debido adaptar su historia a la versión dominante en Europa para no decepcionar a su público, para que éste encontrara efectivamente lo que desde siempre esperaba: ”De mis versos -escribía-, toda verdad estaba excluida y si, por descuido, alguna parcela se filtraba en ellos, el viejo, menos interesado por la exactitud de mi experiencia que por el gusto de su público, que él conocia de antemano, me lo hacia tachar (...) el verdadero sentido de nuestra simulación chabacana debía estar previsto, desde siempre, en algun argumento que nos abarcara..."5. El entenado y el viejo director de la troupe son, de algún modo, como el Sol- dado Viejo y el Joven respectivamente: el primero "posee la verdad de la ¡I experiencia", afirma Pichón, y el segundo, "'la verdad de la ficción . "Nunca son idénticas -agrega- pero, aunque de orden diferente, a veces pueden no ser contradictorias"? Y si bien la primera, exiliada del sentido, pretende ser más verdadera que la segunda, como le señala Soldi a Pichón, ¿por qué, le contesta este último, a la segunda "le gusta tanto venderse en las casas públicas”? Es cierto que se adivina aqui’ una crítica embozada a cierta literatura latinoame- ricana condescendiente con Iasprevisiones, o acaso los prejuicios, del público europeo acerca de esta parte del mundo. En Lo Imborrable Walter Bueno será el paradigma de esta narrativa mercantil y, por esta misma razón, él se volverá además el escritor oficial del régimen militar. Lo que bajo una dictadura se llama "censura”, se convierte, bajo los dictados del mercado, en una suerte de previsibilidad de los acontecimientos narrados, "acontecimientos supuestamente veridicos pero a decir verdad enteramente prefabricados..."°. De ahi’ que en uno de sus ensayos Saer pueda escribir: ”La mayoria de los autores —a sabiendas o no- caen en la trampa de esta sobredeterminación, actuando o escribiendo conforme a las expectativas del público (por no decir, más crudamente, del mercado)”9. Sin embargo, como unos años atrás en Closa, lo que Saer no cesa de problematizar es qué significa "haber estado" o "haber presenciado” un Episodio. Ya que, por decirlo de algún modo, resulta difícil decir dónde estuvo el Episodio, cómo se presentó eso que dio en llamarse "la fiesta" o, ahora, "la guerra"; porque no puede decirse que estos acontecimientos hayan estado alli’, ni señalárselos, ni mostrárselos como una prueba empírica e irrefutable de su existencia. Se ven, eso 47 Joven, quien en todos aquellos dias se dedicó a oír los relatos, los mitos que
Página:Literatura policial en la Argentina. Waleis, Borges, Saer.djvu/45
Apariencia