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para él cosas de gran importancia, lo mismo en el amor que en las relaciones ciudadanas. Se pregunta mucho más que los precedentes acerca de lo que puedan pensar de él los demás, y si hay algo en su carácter que pueda excitarle a desear una mejora importante, es esta debilidad, por la cual no se atreve a ser original, aun cuando tiene todas las condiciones para ello. Se rinde demasiado a la opinión de los otros, y esto quita toda consistencia a sus cualidades morales, haciéndolas inconstantes y falsamente artificiosas.

El holandés es un carácter ordenado y diligente, y como sólo considera lo útil, tiene poca sensibilidad para lo que en un sentido más delicado es bello o sublime. Un grande hombre significa para él lo mismo que un hombre rico; por amigo entiende su corresponsal, y le resulta fastidiosa una visita que no le produce nada. Forma contraste, tanto con el francés como con el inglés, y es en cierto modo un alemán más flemático.

Si aplicamos el ensayo de estos pensamientos a un caso cualquiera, como, por ejemplo, al sentimiento del honor, muéstranse las siguientes diferencias nacionales. La sensibilidad para el honor es en el francés vanidad; en el español, arrogancia; en el inglés, orgullo; en el alemán, ostentación, y en el holandés, envanecimiento. A primera vista, estas expresiones parecen significar cosa parecida; pero hay entre ellas evidentes diferencias. La vanidad solicita el aplauso, es volandera y tornadiza; pero su conducta externa es cortés.