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EL ALMA DE LA MUJER


RAZON Y CONSECUENCIAS DE ESTA DIFERENCIA

Este hecho de ser el concepto femenino del amor tan diferente del varonil, no depende, según con harta ligereza, suele concluir la mujer, de la maldad del hombre. Débese al hecho de ser el hombre, intelectual y moralmente, distinto de la mujer y a este otro hecho de ser la misión social del hombre diferente de la de la mujer y establecer aquél una distinción rotunda entre las funciones de hermano, padre y esposo que requieren amor, y su profesión o cometido so- cial, que al amor son completamente extraños, mientras que en la mujer, las funciones de madre, hermana, hija y espo- sa, resultan compendio y cifra de profesión, cargo o cometi- do social.

El amor es para el hombre un sentimiento totalmente egoístico. Busca el hombre en el amor un placer, una ayuda, un alivio, porque tiene que reconcentrar su escaso altruismo en la misión externa que la naturaleza le tiene encomenda- da, y si se dejara absorber del amor, cual le sucede a la mujer, habría de resentirse la vida externa en su raigambre intelec- tual y social. La mujer puede olvidarse del mundo entero por el amado, y cifrar en él todas las energías de su inteli- gencia y de su corazón, porque su misión en este mundo es amar, y el amor no la distrae, sino que, antes al contrario, la vivifica, le allana el desempeño de sus habituales quehace- res, la nimba de resplandores.

El concepto femenino del amor va indisolublemente unido a la admiración y al aprecio, porque el amor de la mu- jer va unido a la razón y a la inteligencia, lo que es posible por estar formada por entero su inteligencia de pasión y de intuición. El concepto del amor resulta en el macho tan di- vorciado de la razón, porque su inteligencia lógica, razona- dora, no tiene nada que ver con la pasión y el amor.

Pero aun viene otra razón a aumentar la discrepancia entre el concepto femenino del amor y el masculino; y es que la naturaleza ha asignado a la mujer la misión de la mater- nidad y al hombre la de la selección de la especie. Y de ahí