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los chicos a jugar, mientras las niñas se enredan de palique; el juego que más divierte a las chicas es el hacer de señoras o de maestras; esto es, referirse mutuamente lo que piensan, y expresar el juicio que les merecen los que las rodean. Los chi- cos no juegan jamás a los señores ni a los maestros; la com- petencia, la emulación es el placer más grande que la sociedad de sus compañeros de su misma edad les proporciona; los ni- ños tienen compañeros de juegos y estudios. confidentes de conjuras y enredos, en tanto las niñas tienen amiguitas de co- razón, confidentes de sus intuiciones.
¿Cuándo salen los hombres de su aislamiento? ¿Cuán- do se reúnen? ¿Cuándo traban amistades? Cuando les es pro- vechoso. Reúnense para hablar de sus asuntos, de sus estu- dios y concentrar nuevos negocios o nuevos estudios, pero no para interesarse por lo que piensen los demás o hacer que los otros se interesen por ellos.
No busca el hombre la compañía porque sea sociable, expansivo o necesite de los otros para reflexionar. sino que la busca para sacar de ella algún provecho. Abandonado a sí mismo, nunca la buscaría, acabando poco a poco por aislar- se, según les sucede a los solterones.
En cambio, la mujer no busca la compañía por sacar de ella provecho, sino porque necesita de otros seres vivos con los cuales comunicar sus intuiciones, porque su espíritu re- sulta completamente inerte en la soledad.
VENTAJAS Y DESVENTAJAS
. Esta intensa necesidad de expansión que siente la mu- Jer es causa de continuos desacuerdos entre ella y el hombre. Siendo éste reflexivo, metódico, deductivo; pudiendo en la soledad aprender, estudiar y meditar consigo mismo sobre las observaciones ajenas y las propias; pudiendo razonar—lo que ho es sino hablar consigo mismo—, ama la soledad, la bus- ca, y no piensa en confiarle a la mujer sus emociones e ideas: siendo, como es, poco emotivo, no comprende el hombre .la intensa necesidad de expansión que siente la mujer, no la ani- ma para que se deshaogue con él ni cambia confidencias con ella. Y como no siente la más mínima curiosidad por saber
que pasa en el interior del prójimo, moléstale la intrusión