Página:Lopez La seniorita Raquel.djvu/11

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—¡Ay!—respondió el árabe con tristeza. — Estoy muy afligido porque acabo de perder la más preciosa de las joyas. |

—¡Bah!—replicóle el otro; —la pérdida de una joya no debe ser gran cosa para vos que lleváis tesoros sobre vuestros caballos y os será muy fácil reponerla.

—¡Reponerla! —exclamó el árabe. —Bien se ve que no conocéis el valor de mi pérdida.

—¿Qué joya era, pues? — preguntó el viajero.

—HEra una joya—respondió su interlocutor — como no volverá a hacerse otra. Estaba tallada en un pedazo de piedra de la Vida y había sido hecha en el taller del Tiempo.

Adornábanla veinticuatro grandes brillantes, en torno de cada uno de los cuales se agrupaban se- senta más pequeños. Ya véis cómo tengo razón, al decir que joya igual no podrá reproducirse jamás.

—A fe mía — dijo el inglés — vuestra joya debía ser preciosa. Pero ¿mo creéis que con mucho di- nero pudiera hacerse otra análoga?

—La joya perdida —respondió el árabe, vol- viendo a quedar pensativo —era un día, y un día que se pierde no vuelve a encontrarse jamás.

22 Si amas la vida, no desperdicies el tiempo, que es la tela de que está hecha aquélla.