$4
—¡Ay!—respondió el árabe con tristeza. — Estoy muy afligido porque acabo de perder la más preciosa de las joyas. |
—¡Bah!—replicóle el otro; —la pérdida de una joya no debe ser gran cosa para vos que lleváis tesoros sobre vuestros caballos y os será muy fácil reponerla.
—¡Reponerla! —exclamó el árabe. —Bien se ve que no conocéis el valor de mi pérdida.
—¿Qué joya era, pues? — preguntó el viajero.
—HEra una joya—respondió su interlocutor — como no volverá a hacerse otra. Estaba tallada en un pedazo de piedra de la Vida y había sido hecha en el taller del Tiempo.
Adornábanla veinticuatro grandes brillantes, en torno de cada uno de los cuales se agrupaban se- senta más pequeños. Ya véis cómo tengo razón, al decir que joya igual no podrá reproducirse jamás.
—A fe mía — dijo el inglés — vuestra joya debía ser preciosa. Pero ¿mo creéis que con mucho di- nero pudiera hacerse otra análoga?
—La joya perdida —respondió el árabe, vol- viendo a quedar pensativo —era un día, y un día que se pierde no vuelve a encontrarse jamás.
22 Si amas la vida, no desperdicies el tiempo, que es la tela de que está hecha aquélla.