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LA CIGARRA Y LA HORMIGA

(Fábula)

Cantando la Cigarra pasó el verano entero sin hacer provisiones allá para el invierno. En tanto que la Hormiga, en su limpio aposento, trabajaba afanosa mil labores haciendo. Así, cantando aquélla y aquésta así cosiendo, llegó, tras el verano, el crudo y triste invierno. «¿Qué haré?» —se dijo entonces nuestra Cigarra, viendo que el frío la encontraba desnuda y sin sustento. — «Pidamos a la Hormiga», — pensó, y, así diciendo, llegó a la limpia choza donde exhaló su ruego. «Socórreme, hermanita — pidió con dulce acento, —

socórreme piadosa

porque si no me muero.»

La Hormiga le responde mirándola un momento: «Dime, pues, pobrecilla,

¿qué hiciste en el buen tiempo?» «Cantar — dijo la triste —

sin cesar ni un momento.

¡Si yo hubiera sabido *

cuán crudo es el invierno! ....> «Pues bien, — dijo la Hormiga, honda piedad sintiendo — consumiremos juntas

lo que gané cosiendo.»

Y, mientras abrigaba

de la Cigarra el cuerpo,

este consejo dióle

con fraternal acento: «Aprende que el que quiere gozar en paz su invierno, mientras es joven debe

de aprovechar el tiempo.»