— 213 —
pero ¿cómo hacerlo sin cruzar otra vez el Asia, tan llena de peligros? Un japonés muy bueno, que ha- blaba algo el español, me dijo que podía volver a América cruzando el océano Pacífico y desembar- car en San Francisco.
Yo no sabía que San ' Francisco era un puer- to de la América del Norte. El japonés no debía estar más en- terado, pues me dijo que de allí a Buenos Aires la distancia era corta.
Como el dinero se me había concluido, me coloqué de fogonero en un barco que se dirigía a San Francisco y, después de muchos días de viaje, llegamos a un puerto, donde se hablaba español pero que no era mi patria.
Varias veces más trabajé como fogonero en vapo- res que iban de un puerto a otro del Pacífico, hasta que llegué a Valparaíso, en Chile.
Una vez allí quedaba la peor parte del viaje por hacer, esto es, cruzar los Andes. No sé si ustedes saben que esa travesía se hacía entonces a
En la linea del ferrocarril andino.