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todos los chicos del grado, una alcancía grande, grande como la de mi sueño, para comprar las co- sas que en sueño creí regalar a Inocencia?
Juan. —¡Bravo! Lolita ha tenido una idea feliz.
Horacio. — Juntaremos nuestras alcancías y algo resultará.
Carmen. — Yo tengo cinco pesos noventa.
Irene.— Yo cuatro treinta y cinco.
Julio. — Yo nueve pesos.
Anila. — ¡Yo sélo tengo sesenta centavos, por- que el domingo gasté mis ahorros en una caja de bombones!
Lolita. — No hay que afligirse. Tú pones los se- senta centavos, otro pone dos pesos, otro cuatro, y verás qué fortunita reunimos. Una vez oí decir a papá que la unión hace milagros.
Bueno, esta tarde, después de clase, los espero en casa. Nuestras alcancías nos darán un buen rato, pues habremos conseguido hacer asomar la sonrisa a los labios de un sér desgraciado.
$e El mundo enseña, de ejemplares lleno,
que para ser feliz hay que ser bueno. (HARTZENBOSA.) 3 Ningún placer más puro y delicado
que poder dar la dicha a un desgraciado. X% Si haces bien, dalo al olvido,
pero tú se agradecido.