Página:Lopez La seniorita Raquel.djvu/98

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Una de las piedras era tan dura, que al armero le fué necesario dar un golpe muy fuerte; al punto se detuvo sorprendido: había visto saltar varias chispas, igualitas a las que sacan hoy del empe- drado las herraduras de los caballos. Pero en ta- les tiempos nadie había visto jamás semejante cosa, y el hombre, lleno de temor, llamó a sus compañeros, quienes no quisieron dar crédito a su relato. El salvaje colocó entonces una gran piedra en el suelo, casualmente encima de unas ramillas y hierbas secas, y tomando otra piedra la arrojó con gran fuerza sobre la primera. Miles de rojas chispas brotaron como por encanto ante aquellos hombres estupe- Jactos. Pero su sorpresa se convirtió en espanto cuando, sin saber cómo, brotó una llama de las ramillas y se formó una hoguera.

Era aquél un día muy frío; los cazadores. notando