—1712—
UNA MISIÓN A TRAVÉS DE LOS ANDES
Muchos niños, y aun muchos que no lo son, creen que para cumplir el deber de servir a la patria es preciso ha- cerse matar en una guerra o por lo menos volver de ella con unas cuantas cicatrices o un miembro de menos.
Derramar la propia sangre en servicio de la patria es sin duda acto heroico, aunque sea sencillamente el cum- plimiento de un deber. Pero si tal fuera la única manera de servir a la patria, sería un gran desconsuelo, pues a muchos no nos quedaría medio de demostrarle nuestro amor.
Por fortuna, la historia nos dice que en todos los tiem- pos, aun en aquéllos en que nuestro país presentaba el aspecto de un inmenso cuartel en el que todos se adiestra- ban para defenderlo, han existido individuos que, sin cargar un fusil ni actuar en combates, prestaron sin embargo in- apreciables servicios a la patria.
¿Cómo? Lo dirá la siguiente anécdota.
Don Gregorio Gómez Orquejo, nacido en Buenos Aires hacia 1780, ocupaba un modesto empleo de inspector de la venta de tabacos cuando estalló el movimiento revolu- cionario de 1810.
Dicho joven era amigo de Castelli, Belgrano, Vieytes y demás miembros de la Junta, de cuyos trabajos en favor de la independencia estaba al cabo.
Conversando un día con unos cuantos de esos patrio- tas sobre la marcha de los sucesos, Castelli se lamentaba de no poder hacer llegar a Chile noticias referentes al