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CORAZÓN BLANDO Y ENTRAÑA DULCE

Voy a tener el gusto de presentarles dos buenos ami- gos que viven en nuestra tierra, nos prestan grandes ser- vicios y, ¡admírense ustedes! esos servicios les cuesta la vida cada vez. ¿Cómo puede ser eso? me preguntarán. ¿Acaso se puede perder la vida varias veces? Verdad que no; sin embargo, en el caso de estos dos amigos ocurre algo que parece contrario a la regla general.

Naturalmente que uno y otro tienen sus nombres, pero en familia se les conoce por apodos que pintan muy bien sus caracteres, y por eso prefiero valerme de ellos.

A él lo llamamos Corazón blando y a ella Entraña dulce. Curiosos sobrenombres, ¿no es verdad? pero muy ade- cuados.

Corazón blando es de figura insignificante, pequeñito y de piel morena reseca; pero, en cambio, es todo corazón, un corazón blando y tan grande, que al fin rompe la en- voltura que lo oculta y sale fuera.

Entraña dulce es alta, delgadita y de apariencia dura; pero si pudieran ustedes verla por dentro, quedarían sor- prendidos de su dulzura; créanme, es tanta, que en lugar de sangre corre por todo su sér jarabe de azúcar.

Ahora, digo yo, ¿tienen o no tienen bien puestos sus nombres?

Les dije que ambos amigos son tan buenos que pier- den muchas veces la vida por nosotros, y nada más cier- to: él se deja arrancar su blando corazón para brindarnos calor y abrigo, mientras ella consiente en que la pren-