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LA VIDA DE UN RÍO

Mis amiguitos de Posadas, Corrientes, Paraná, Dia- mante, Rosario, San Nicolás, Campana, así como los de muchos otros pueblos y ciudades del litoral, disfrutan de una de las mayores bellezas de nuestra tierra: la que ofre- cen las barrancas e islas del río Paraná.

¿Han tenido ustedes alguna vez la curiosidad de pre- guntarse de dónde viene ese magnífico río que no sólo hermosea el paisaje sino que fertiliza la tierra, haciendo de la región que cruza una de las más ricas en vegetales de todas clases?

Cuando el calor del verano derrite la nieve que cubre los nevados de las sierras de Espinazo en el Brasil, las aguas resultantes del deshielo bajan por las hendeduras y quebradas de las montañas y concluyen por juntarse en el valle, formando los ríos Paranahiba y Grande que, uni- dos, forman a su vez el Paraná, el cual se dirige luego hacia el sur y penetra en nuestro territorio, recibiendo en este punto las aguas del Iguazú, río este último que separa la gobernación de Misiones del Brasil.

De diciembre a marzo de cada año, el río Paraná recibe de este modo nuevos caudales de agua, o mejor dicho, nace de nuevo. Y a propósito, ¿no han oído ustedes hablar de las crecientes del Paraná? Por lo general tienen lugar en esos meses, y suele ser tal el aumento de sus aguas, que se eleva y ensancha considerablemente hasta desbordarse e inundar las tierras vecinas.

Pero oigo preguntar a Ramoncito a qué se debe que na-