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EL TESORO NACIONAL

— Dime, papá, ¿es cierto lo que dice este periódico ?

— ¿Qué dice? hijo mío.

— Dice que nuestro país es riquísimo y que como este año las cosechas han sido abundantes, el tesoro público recibirá un considerable aumento.

— No veo por qué lo pones en duda.

— Porque me parece raro esto de que haya un tesoro que pertenezca a todo el pueblo, ya que la palabra público no significa otra cosa.

— Sin embargo, nada más exacto.

— Y ¿es muy grande ese tesoro?

— Se calcula que para los gastos del año que va a co- menzar, se dispondrá de trescientos millones de pesos.

— ¡Trescientos millones! Mucho es. Y dime, papá, ¿quién es el hombre generoso que ha dejado a nuestro país tan magnífica herencia? ¿Algún gran patriota?

— Te equivocas, Felipe; el tesoro nacional no lo cons- tituye herencia alguna; se forma y se gasta anualmente, y todos contribuimos a lo uno y a lo otro.

— No comprendo.

— Voy a explicártelo más claramente. Nuestro gobierno, como todos, posee grandes extensiones de tierra en dis- tintos puntos del país. Esas tierras estaban antes en po- der de los indígenas, primitivos habitantes del' suelo; pero las autoridades las fueron conquistando poco a poco, con el fin de civilizar el país y dar seguridad a sus habitan- tes. Además, el gobierno compra continuamente nuevas