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Los anales.—Libro XI.

cuesturas, según la calidad de los pretendientes ó facilidad de los que las daban, hasta que por consejo de Dolabela se pusieron como al encante.

Siendo cónsules Aulo Vitelio y Lucio Vipsanic, tratándose de rehenchir el senado, y los principales de la Galia que se llama Comata, habiendo ya mucho antes alcanzado alianza y título de ciudadanos romanos, pidiendo con esta ocasión l participar de los honores dentro de la ciudad, la dieron para hacerse varios discursos. Disputóse este negocio deJante del príncipe con diversas opiniones. Sustentaban los unos «que no era tanta la enfermedad de Italia que no bastase á proveer de sujetos para el senado de su ciudad; que los naturales habitantes habían bastado en otro tiempo á henchir los pueblos de su misma sangre, y que no eran de menospreciar las costumbres de la antigua república, y más contándose hasta hoy nobilísimos ejemplos de lo que ha podido su imitación para levantar los ánimos á honradas acciones, y encaminar á la gloria y á la virtud el buen natural romano. ¿Tan poco les parece, decían, haber los Venetos y los Insubros penetrado hasta la curia, que pretendan ahora arrojarnos en ella una muchedumbre de extranjeros para tenernos en esclavitud? ¿Qué lugar tendrán de aquí adelante los pocos nobles que nos quedan en los ho nores de la república, ó algun pobre senador latino? ¿Ocuparlo han aquellos ricazos cuyos abuelos y bisabuelos, siendo capitanes de naciones enemigas, con las armas y con la fuerza degollaron nuestros ejércitos, y sitiaron en Alesia al divo Julio? Mas todo esto fué, como dicen, ayer; vengamos á ejemplos más antiguos. ¡Qué diremos de aquellos que quemaron la ciudad, y con sus propias manos destruyeron el Capitolio y el altar de Roma! Concedáseles que gocen del nombre de ciudadanos sean tenidos por tales; mas cuanto á las insignias de senadores y honores magistrales, no se comuniquen con tanta facilidad.» Mas no movido por estas y semejantes razones el prínci-