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Los anales.—Libro XI.

gente de guerra, ganándolos con dineros y deshonestidades, en orden á ejecutar con ellos cualquier maldad. Acumulábale también el adulterio con Popea, y finalmente que había hecho con su cuerpo oficio de mujer. A esto, rompiendo el silencio el reo, «pregúntalo, dijo, á tus hijos, oh Sailio, que no me podrán negar que soy varón. Y entrando después de esto en sus defensas, movió grandemente á Claudio é hizo también llorar á Mesalina; la cual, saliendo de la cámara como para enjugarse las lágrimas, advirtió de paso á Vitelio que no dejase escapar aquel criminal. Y solicitando la ruina de Popea, envió quien con falsos asombros de una larga prisión, la incitase á quitarse voluntariamente la vida: tan sin sabiduría de César, que pocos días después preguntó á su marido Scipión, que comía con él, la causa por qué no había traido consigo á su mujer, y él respondió que porque era muerta.

3 Claudio, pues, tomando acuerdo sobre la absolución de Asiático, Vitelio con lágrimas en los ojos, hecha conmemoración de la amistad vieja, y de cómo, juntos los dos, habían servido á Antonia, madre del príncipe, no olvidando los servicios que Asiático había hecho á la república, y nuevamente en el viaje de loglaterra, con todo lo demás que podía decir para mover á compasión, propuso que le fuese permitido escogerse la muerte, y Claudio con la misma clemencia lo concedió. Después de esto, aconsejado Asiático por algunos, que escogiese una muerte blanda, cual lo era el privarse de la comida, respondió que renunciaba á tal beneficio; y habiendo usado de sus acostumbrados ejercicios, lavado su cuerpo y cenado alegremente, diciendo que le hubiera sido más honroso morir á manos de las astucias de Tiberio ó por el ímpetu de Cayo César, que no por engaños de una mujer y por sentencia salida de la deshonesta boca de Vitelio, se hizo cortar las venas; habiendo querido antes ver el rimero de leña en que había de ser quemado su cuerpo, y hécholo mudar á otra parte para