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Cayo Cornelio Tácito.

de vuelta, caso que la muerte de Germánico le restituyese el gobierno de Siria.

Mejorado un poco el césar, y faltándole después del todo las fuerzas, viendo su fin cercano, habló así á los amigos que le estaban cerca: «Si yo muriese, oh amigos míos, de muerte »natural, podría justamente quejarme hasta de los dioses »de verme así robado antes de tiempo y en la flor de mis »años, á mis padres, á mis hijos y á la patria; mas ahora »que soy arrancado del mundo por la maldad de Pisón y »de Plancina, dejo en vuestros corazones mis últimos rue»gos, y os pido que refiráis á mi padre y á mi hermano »con cuántas crueldades despedazado, con cuáles traicio»nes oprimido, haya puesto fin á mi infelice vida con una »muerte mucho más desdichada y miserable. Si los que »pendían de mis esperanzas, si mis conjuntos en sangre »»y aun muchos que me envidiaban vivo lloraren y compade.

»cieren de ver que yo, floreciente ayer y vencedor de tantas »batallas, muera hoy por engaños mujeriles, no perdáis la »ocasión de doleros en el senado y de invocar las leyes: »porque el principal oficio del amigo no es acompañar á su »amigo muerto con lamentos viles, sino tener memoria de »sus deseos y poner en ejecución sus últimas voluntades.

Llorarán á Germánico hasta los que no le conocieron; mas »»vosotros tomaréis la venganza si acaso habéis tenido más »amor á mi persona que á mi fortuna. Mostrad al pueblo »»romano la nieta del divo Augusto y mi mujer carísima: »contad de uno en uno los seis hijos, que yo me aseguro »que tendrán los acusadores la misericordia de su parte, y »que los que fingieren algunas injustas comisiones, ó no »serán creídos, ó no serán perdonados.» Juraron los amigos, tocando la diestra del mortal enfermo, de dejar primero la vida que la venganza.

Entonces, vueito á su mujer, le rogó por el amor que le tenía y por los comunes hijos, que echada á un cabo toda altivez, acomodase su ánimo con la crueldad de la fortuna,