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que más apetecían, pero los poyas les aventajaban en que tenían algunas vacas, robadas en los campos de Buenos Aires. Unos y otros, fuertes hombres á caballo, que montaban en pelo, ó, todo lo más, sobre unos lomillos de paja, y tan fijos en el animal que parece que iban cosidos con él, y aunque llevaban consigo la cama y los víveres, nada de esta les embarazaba, porque las camisetas les servían de mantas para dormir; el sudadero del caballo, que era un pellejo de carnero, les servía de colchón; la talega de harina, de repostería, y un vaso de madera, de vajillas. Para la guerra usaban la macana ó porra claveteada y el toqui ó hacha de pedernal aguzado enastada en un palo, y además picas, lanzas, flechas y laques ó bolas. Cuando en la guerra mataban á algún capitán enemigo ó persona de importancia, le cortaban la cabeza y guardaban el cráneo después de haberlo pelado y descarnado en agua caliente, y en las borracheras de mucho concurso bebían en él los caciques; teniendo en tanta estimación ese vaso, que pasaba de padres á hijos como vínculo de mayorazgo, como se cuenta sucedía con los cráneos de Valdivia y de Loyola entre los caciques de Arauco.

Entregada la gente de Nahuelhuapí al afán incesante de buscarse la vida y al instinto de preserva-