Página:Los Césares de la Patagonia.pdf/179

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De pronto, lo que parecía juego hípico se convirtió en acometida. La caballería india, ululando ferozmente, cargó en masa compacta sobre el cuartel de los españoles. No estaban éstos tan descuidados que la carga les cogiese de sorpresa; así, que la primera embestida la rechazaron con fuego graneado. Pero los escuadrones indios se iban sucediendo como las olas del mar, intercalados en ellos flecheros y macaneros, hombro con hombro, acometiendo con gran algazara y gritando: ¡Lape, lape! Daban saltos, tendíanse en el suelo, se levantaban rápidos y se revolvían contra los españoles para jugar de sus porras y lanzas. Los más valientes, entrándose por las picas y bocas de fuego del enemigo, tiraban un bote de lanza á dos manos, con todo el cuerpo levantado sobre los estribos, nombrándose á cada golpe. Mascardi, para animar más á los suyos, asumió el papel de capitán, dirigiendo la defensa con serenidad pasmosa, eso que los indios venían derechos contra él, oyéndose que le gritaban: "auca, Mascardi", voz de improperio para quien se dirige, pues es sinónima de bárbaro ó ruin enemigo.

Entendiólo así Mascardi y quiso entregarse con tal que se salvaran sus compañeros; pero éstos no admitieron tamaño sacrificio, por más que las armas arrojadizas de los indios causaban terribles