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podía caminar más de lo que los bueyes sufren, que es á cinco leguas por día.

En saliendo de Buenos Aires afrontaron la pampa, la dehesa infinita que da la sensación de un mar de hierba. Toda la tierra es llana, y en partes tan rasa, que no se halla un arbolillo. Con todo, es la región de la "pampa fértil", abundante de hierba, como vega de pasto, y con innúmeras aguadas. Debido á esta circunstancia, ya en tiempo de Hernandarias, el ganado yeguarizo que los españoles del Adelantado Mendoza hubieron de abandonar cuando despoblaron la primera Buenos Aires, se había multiplicado tanto en aquellos llanos, que las manadas á lo lejos parecían chaparrales. "Con lo que han dado ocasión á los indios—añade un informe del mismo Hernandarias—andar á caballo, y están tan diestros que no les da cuidado de silla ni aparejo."

Los indios pampas proveíanse de estos animales tirándoles las boleadoras; tres bolas retobadas y sujetas á ramales de cuero trenzado, que arrojadas al caballo que va corriendo, le atan los pies con las vueltas que dan las bolas y dan con él en tierra. La gente de Hernandarias tenía que velar en las dormidas, porque estos indios ecuestres fácilmente se atrevían á ellos, husmeando el botín de la caravana.