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ANDERSEN.
Navegamos muchos dias y no ménos noches, bailando la nave que era un contento. Á veces el agua de las olas me salpicaba y me mojaba de la cola á las orejas. Llegamos al fin al extremo norte, donde abandoné la nave por la tierra firme.
Extraña sensacion os a cometo cuando, al salir

del agujero en el que habéis pasado toda vuestra juventud, y despues de embarcaros en un buque, — otra especie de agujero, — os halláis de repente en campo raso, en el extranjero, á miles de leguas del hogar paterno.
Delante de mí se extendian grandes y poblados bosques de pinos y abedules que despedian un fuerte olor á resina. Creí en un principio que olia á sal-+image