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ANDERSEN.

cuando se tienen disposiciones, se llega tambien por caminos de travesía.

La antesala era una inmensa sala cuyo fin no se veia. Habia allí numerosas personas que, con el corazón corroído por la inquietud, esperaban presentarse á Lucifer. Pero el diablo tenía tanto que hacer que tenian para rato. Grandes arañas se pusieron á tejer á los piés de los que esperaban una tela que los sujetaba como cadenas de hierro y que cortaba como cuchillas cuando trataban de moverse.

Entre tanto, las almas estaban devoradas de fiebre y de impaciencia; cada una sufria una angustia particular. Un avaro pensaba en su fortuna; sabía que habian encontrado la llave de la caja y que la iban á abrir. No se acabaria si se quisieran enumerar las diversas penas y suplicios que alli se pasaban. Inger, colocada en la rinconera con la hogaza á la que estaba pegada sufria horribles tormentos. « Hé aquí lo que es, se dijo, no querer ensuciarse los zapatos. ¿Qué tienen? ¡Cómo me miran! »

En efecto, todos los ojos estaban fijos en ella. ¡Qué malas miradas! Hacían temblar.

Y sin embargo Inger, tan vanidosa era, se sintió halagada por aquel examen. « ¡Qué tonta soy! se dijo; si me miran así, es porque tengo una linda cara y hermosos vestidos. »

Y bajó los ojos, — la única cosa que podía mover,