miento, sólo porque en las ecuaciones de Maxwell estaba establecido un fundamento para ello. Según la teoría de Maxwell pertenecen también todos los fenómenos ópticos a los electrodinámicos, y éstos se verifican o entre cuerpos celestes, los cuales están en movimiento relativo unos respecto a otros, o en la Tierra, la cual da la vuelta alrededor del Sol (con una velocidad de unos 30 km. por segundo) y además efectúa junto con éste un movimiento de traslación (de la misma velocidad aproximadamente) con respecto a las estrellas fijas. En seguida surgieron preguntas de significación muy importante: ¿el movimiento de un manantial luminoso se hace sensible en la velocidad de la luz que de él parte? y ¿cómo influye el movimiento de la Tierra en los fenómenos ópticos realizados en su superficie, por ejemplo, en los experimentos ópticos del Laboratorio? Se había de desarrollar, por consiguiente, una teoría de aquellos fenómenos en que aparecen enlazados los electrodinámicos con los mecánicos 1. La Mecánica, desde hace mucho tiempo cuidadosamente edificada, había de someterse a la prueba de ver si sus recursos bastaban para la explicación de tales fenómenos. Así, el problema de los fenómenos electrodinámicos para la materia en movimiento se convertía al mismo tiempo en un problema decisivo de la Mecánica.
El primer ensayo de una explicación de los fenómenos electrodinámicos en los cuerpos en movimiento lo hizo H. Hertz. Éste restauró la teoría de Maxwell, haciéndola válida también para la influencia del movimiento de la materia en los fenómenos electrodinámicos, e implantó en sus principios el concepto característico de su teoría, o sea, de que el vehículo del campo electro-