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CESAR A. VALLEJO

Hay ciertas ganas lindas de almorzar,
y beber del arroyo, y chivatear!
Aletear con el humo allá, en la altura;
o entregarse a los vientos otoñales
en pos de alguna Ruth sagrada, pura,
que nos brinde una espiga de ternura
bajo la hebraica unción de los trigales!

Hoz al hombro calmoso,
acre el gesto brioso,
va un joven labrador a Irichugo.
Y en cada brazo que parece yugo
se encrespa el férreo jugo palpitante
que en creador esfuerzo cuotidiano
chispea, como trágico diamante,
a través de los poros de la mano
que no ha bizantinado aún el guante.
Bajo un arco que forma verde aliso,
¡oh cruzada fecunda del andrajo!

La zagala que llora
su yaraví a la aurora,