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Franco ha detallado los grandes progresos realizados en las prácticas escolares, y bien merece que los españoles de Occidente las conozcamos por muchos motivos, pues se trata de la transformación recaída en los españoles de Oriente.

Durante el siglo XVIII y principios del XIX, la instrucción se limitaba en general á lo siguiente: salido el niño de la maëstra, ó escuela de párvulos, donde era confiado á una mujer, pasaba á un Talmud-Thora, ó escuela primaria, que contenía hasta sesenta alumnos, á quienes enseñaba un profesor, llamado señor haham. En esta sala los niños constituían grupos, se sentaban en el suelo formando un círculo, llamado haboura, alrededor del profesor, y recibían enseñanzas distintas: el primero la del alfabeto hebreo; el segundo los puntos-vocales; el tercero el deletreo; el cuarto la lectura corriente; el quinto la traducción de la Biblia en judeo-español; el sexto la traducción del Comentario de Raschi (rabino francés del siglo XII); el séptimo la lectura en judeo-español de algunos libros piadosos, como el Méam Loez ó el Kav-ha-Jaschar; y el octavo, ó clase superior, enseñaba las primeras nociones del Talmud, la escritura cursiva judeo-española, llamada soletreo, de letras aisladas (solo-létéro), y las cuatro operaciones de aritmética.