oé corrió como un galgo por las calles y no se paró para tomar aliento hasta que hubo llegado al portal de la Casa de caridad. Allí esperó algunos minutos á que vinieran en su ayuda las lágrimas y los sollozos y pudiera prestar á su fisonomía un aire de espanto y de terror. Luego llamó bruscamente á la puerta y manifestó un semblante tan lastimoso al viejo pobre que vino á abrirle, que este aunque muy acostumbrado á no ver á su alrededor mas que semblantes lastimosos aun en los mas bellos dias del año retrocedió asombrado.
— Que te pasa muchacho? — preguntó.
— Mr. Bumble! Mr. Bumble! gritó Noé fingiendo terror y alzando tanto la voz que su acento no solo llegó á los oidos de Mr. Bumble que se hallaba distante algunos pasos si que tambien lo espantó hasta el estremo de precipitarse en el patio sin su fiel tricorne (circunstancia tan rara como curiosa que nos