extravagantes sombrillas, provistos de cierta cola más extraña aún y de tentáculos lisos o plumeados cubiertos de ventosas, como animales marinos que llevaran linternas encendidas.
Algunos de aquellos moluscos se llaman anémonas, otros pelagias, y los peces fosforescentes scopelus, ergysopeletas, chanliodas, etc., etc.
Una fosforescencia más maravillosa aún es la producida por los nottiluche, pequeñísimos moluscos, invisibles por lo común, y que tienen la forma de un círculo alargado por uno de sus polos, con un apéndice movible provisto de una membrana resistente. Suben a la superficie por millones de millones y saturan las aguas.
No se sabe todavía si estos pequeñísimos organismos son de naturaleza animal o vegetal; sólo se sabe que su fosforescencia es debida a una substancia particular que recubre su cuerpo y que parece resplandecer al contraerse.
Sea como quiera, es sorprendente el espectáculo que con tales organismos ofrece el océano. La superficie brilla como salpicada de partículas de plata o como si entre las aguas corrieran metales fundidos: hierro, oro o plata y azufre ardiendo.
Arrojado al mar un objeto cualquiera, se le ve como despedir brillantes chispas, y si un buque navega por esas aguas, a proa, a popa, a babor y a estribor