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Página:Los pescadores de Trepang.djvu/225

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LOS PESCADORES DE TRÉPANG

temen; pero no es verdad. Son utilísimos al hombre, pues acaban con muchos insectos dañinos que le chupan la sangre.

—A pesar de ello son muy perseguidos, según he oído decir—dijo Hans.

—Es verdad. Los desgraciados murciélagos, que nos parecen topos o ratones voladores, son aborrecidos y perseguidos cruelmente en todas partes sin motivo alguno, no más que por superstición estúpida. Se les cree espíritus de las tinieblas, se dice que de noche se beben el aceite de las lámparas, y se cuentan otras mil patrañas sobre ellos. En unas partes los clavan en las puertas y en las paredes; en otras, los queman vivos y hacen con ellos mil atrocidades.

—¿Es verdad que son ciegos, tío?

—No; pero se cree que los ojos les sirven de muy poco o de nada. Se ha probado a inutilizárselos y se les ha visto volar con la misma seguridad que antes y sin tropezar en delgados hilos colocados ante ellos. Parece que se orientan por el tacto, o por el oído, que se les supone agudísimo. En cambio, no tienen o se cree que no tienen olfato o que, de tenerlo, es muy imperfecto. Y ahora ¡vamos, muchachos, que el pan nos espera!

—¿Dónde?—le preguntaron sus sobrinos.

—Pronto lo encontraremos.

Se pusieron en marcha, siguiendo siempre el mismo rumbo, pasando de una selva a otra y cogiendo frutas

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