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LOS PESCADORES DE TRÉPANG

rojos o aceitunados, todos son manjares apetecibles para ellos.

—¿Comen hombres esos salvajes?

—Como nosotros comemos gallinas.

—¡Qué brutos!

—Tienen hambre, Hans. Su tierra nada produce; no hay animales en ella, o son escasísimos, y tienen que apencar con todo para comer.

—Pero nosotros somos muchos, tío.

—¡Muchos!...

—Y tenemos fusiles y dos lantacas[1].

—¿Cuentas con los chinos, Hans?... ¡Buena tripulación de conejos!... ¡A los primeros disparos se esconderían en la estiba!

—Es que no veo tan fácil asaltar un barco.

—¿Y cuando tengamos que saltar en tierra para colocar la caldera?

—¿La caldera?

—¡Ah, sí! Olvidaba que vosotros no sabéis aún lo que es la pesca del trépang. Todavía sois marinos de agua dulce.

—¡Tío!...—exclamaron los dos jóvenes en tono de reproche.

—Pero pronto seréis verdaderos marinos ¡qué diablo! No se improvisan en un día los lobos de mar.


  1. Culebrinas de poco calibre usadas por los malayos.
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