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Página:Los poemas éroticos de Ovidio - Tomo I - Biblioteca Clásica CCXXXIX.pdf/340

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El remedio del amor

de mirar como un enemigo al rival de quien antes te dolías con amargura; aunque el odio te embargue, salúdale afectuoso, y el día que puedas abrazarle estarás curado del todo.

Por último, cumpliendo las obligaciones de un médico advertido, os prescribiré los manjares de que habéis de absteneros y los que podéis tomar. Reputo nociva cualquiera planta bulbosa, provenga de Daunia, de la costa de Libia o de Megara; conviene no probar la raqueta estimulante y lo que predisponga el cuerpo a los deleites de Venus: más saludable te será la ruda, que enciende el brillo de los ojos, y lo que adormezca en tu sangre los impulsos de la sensualidad.

Me preguntas qué te prescribo con respecto al vino, y voy a darte la contestación antes de lo que esperas. El vino predispone el ánimo al placer, si no se apura con abundancia; mas la embriaguez entorpece nuestros ardientes deseos. Con el viento se aviva la llama, y con el viento se extingue; si es ligero la alimenta, si huracanado la destruye. O no te embriagues, o, si lo hicieres, sea tan grande la borrachera, que te libre de todos los cuidados: en tal alternativa, el justo medio es siempre dañoso.

He acabado mi obra: coronad de guirnaldas mi cansada nave; por fin llega al puerto adonde dirigía su rumbo. Hombres y mujeres, que sanasteis por la bondad de mis avisos, algún día daréis a vuestro poeta piadosas acciones de gracias.

FIN DE «EL REMEDIO DEL AMOR»