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II
ARTURO RIMBAUD
C
on gozo hubimos de conocer a Arturo Rimbaud. Hoy, muchas cosas nos separan, sin que, claro está, haya nunca faltado o disminuído nuestra profunda admiración por su genio y su carácter.
En aquella época, relativamente lejana, de nuestra intimidad, Arturo Rimbaud era un niño de diez y seis o diez y siete años, ya por entonces afianzado por todo el caudal poético, que sería menester que el público conociera, y del cual ensayaremos un análisis al tiempo que citemos cuanto nos sea posible.
Físicamente era alto, bien conformado, casi atlético; su rostro tenía el óvalo del de un ángel desterrado; los despeinados cabellos eran de un color castaño claro y los ojos de un azul pálido
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Tomo II
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