Esta casa permanecía siempre rodeada de misterioso silencio. A estar á lo que decían los vecinos, hacía mucho tiempo que no se habían abierto las ventanas sinó para quitarles el polvo y cerrarlas en seguida. La puerta de calle solía abrirse de vez en cuando para dar entrada ó salida á un caballero de unos treinta y ocho años, un hombre hermoso, de larga barba negra, ojos pardos, de mirada escudriñadora. Algunas veces salía ó entraba acompañado por otro caballero, de su edad más ó ménos y del mismo tipo, con la diferencia que usaba perilla y bigote.
Aquella morada que parecía ocultar algun misterio y los dos personajes indicados, envueltos en una incógnita inesplicable, eran á menudo el tema de las conversaciones de los pocos vecinos que en aquel tiempo vivían por aquellos suburbios. Pero nadie sabía nada respecto de lo que acontecía en el interior de la casa, así como nadie conocía á sus moradores.
Con tal motivo, las habladurías de vecindad daban pábulo á comentarios estravagantes. El almacenero de la boca-calle opinaba que la tétrica mansion debería ser un depósito de robos. y los dos personajes, ladrones de alto copete. Una vieja, averiguadora de vidas ajenas y devota de las ánimas, que solía charlar en grande con el almacenero cuando iba á
