CAPITULO XIIIDonde Transila prosigue la historia a quien su padre dió principio.
—Salí—dijo Transila—, como mi padre ha dicho, a la gran sala, y, mirando a todas partes, en alta y colérica voz dije: “Haceos adelante vosotros, aquellos cuyas deshonestas y bárbaras costumbres van contra las que guarda cualquier bien ordenada república. Vosotros, digo, más lascivos que religiosos, que con apariencia y sombra de ceremonias vanas queréis cultivar los ajenos campos sin licencia de sus legítimos dueños. Veisme aquí, gente mal perdida y peor aconsejada; venid, venid, que la razón, puesta en la punta de esta lanza, defenderá mi partido y quitará las fuerzas a vuestros malos pensamientos, tan enemigos de la honestidad y de la limpieza.” Y en diciendo esto, salté en mitad de la turba y, rompiendo por ella, salí a la calle, acompañada de mi mismo enojo, y llegué a la marina, donde, cifrando mil discursos, que en aquel tiempo hice en uno, me arrojé en un pequeño barco que, sin duda, me deparó el cielo. Asiendo de dos pequeños remos, me alargué de la tierra todo lo que pude; pero viendo que se daban priesa a seguirme en otros muchos