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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/113

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rústicos pescadores, y acordaron entre sí que, pues de todos era la presa que en mí tenían, y que no podía ser dividida en partes para poder repartirme, que me vendiesen a unos cosarios que aquella tarde habían descubierto no lejos de sus pesquerías. Bien pudiera yo ofrecerles mayor precio del que ellos pudieran pedir a los cosarios; pero no quise tomar ocasión de recebir bien alguno de ninguno de mi bárbara patria, y así, al amanecer, habiendo llegado allí los piratas, me vendieron no sé por cuánto, habiéndome primero despojado de las joyas que llevaba de desposada. Lo que sé decir es que me trataron los cosarios con mejor término que mis ciudadanos, y me dijeron que no fuese malencólica, porque no me llevaban para ser esclava, sino para esperar ser reina y aun señora de todo el universo, si ya no mentían ciertas profecías de los bárbaros de aquella isla, de quien tanto se hablaba por el mundo. De cómo llegué, del recibimiento que los bárbaros me hicieron, de cómo aprendí su lengua en este tiempo que ha que falté de vuestra presencia, de sus ritos y ceremonias y costumbres, del vano asunto de sus profecías y del hallazgo de estos señores con quien vengo, y del incendio de la isla, que ya queda abrasada, y de nuestra libertad, diré otra vez que por agora basta lo dicho, y quiero dar lugar a que mi padre me diga qué ventura le ha traído a dármela tan buena cuando menos la esperaba.

Aquí dió fin Transila a su plática, teniendo a