CAPITULO XV
En esto estaban, cuando entró un marinero en el hospedaje, diciendo a voces:
—Un bajel grande viene con las velas tendidas encaminado a este puerto, y hasta agora no he descubierto señal que me dé a entender de qué parte sea.
Apenas dijo esto, cuando llegó a sus oídos el son horrible de muchas piezas de artillería que el bajel disparó al entrar del puerto, todas limpias y sin bala alguna, señal de paz y no de guerra; de la misma manera le respondió el bajel de Mauricio y toda la arcabucería de los soldados que en él venían. Al momento, todos los que estaban en el hospedaje salieron a la marina, y en viendo Periandro el bajel recién llegado, conoció ser el de Arnaldo, príncipe de Dinamarca, de que no recibió contento alguno: antes se le revolvieron las entrañas, y el corazón le comenzó a dar saltos en el pecho. Los mismos accidentes y sobresaltos recibió en el suyo Auristela, como aquella que por larga experiencia sabía la voluntad que Arnaldo le tenía, y no podía acomodar su corazón a pensar cómo podría ser que las voluntades de Arnaldo y Periandro se aviniesen bien, sin que la rigurosa y desesperada flecha de