Sucedió, pues, lector amantísimo, que viniendo otros dos amigos y yo del famoso lugar de Esquivias, por mil causas famoso, una por sus ilustres linajes, y otra por sus ilustrísimos vinos, sentí que a mis espaldas venía picando con gran priesa uno que, al parecer, traía deseo de alcanzarnos, y aun lo mostró dándonos voces que no picásemos tanto. Esperámosle, y llegó sobre una borrica un estudiante pardal, porque todo venía vestido de pardo, antiparras, zapato redondo y espada con contera, valona bruñida y con trenzas iguales; verdad es no traía más de dos, porque se le venía a un lado la valona por momentos, y él traía sumo trabajo y cuenta de enderezarla. Llegando a nosotros, dijo:
—¿Vuesas mercedes van a alcanzar algún oficio o prebenda a la corte, pues allá está su ilustrísima de Toledo y su majestad, ni más ni menos, según la priesa con que caminan, que en verdad que a mi burra se le ha cantado el víctor de caminante más de una vez?
A lo cual respondió uno de mis compañeros:
—El rocín del señor Miguel de Cervantes tiene la culpa desto, porque es algo que pasilargo.