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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/138

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aquella traición había de ser fabricada por el príncipe para alzarse con la hermosa Auristela, pues la había de llevar en su navío; pero opúsose a todo este mal pensamiento la generosidad de su ánimo, y no quiso creer lo que temía, por parecerle que, en los pechos de los valerosos príncipes, no deben hallar acogida alguna las traiciones; pero no por esto dejó de pedir y rogar a Mauricio mirase muy bien de qué parte les podía venir el daño que los amenazaba. Mauricio respondió que no lo sabía, puesto que le tenía por cierto, aunque templaba su rigor con que ninguno de los que en él se hallasen había de perder la vida, sino el sosiego y la quietud, y habían de ver rompidos la mitad de sus disinios, sus más bien encaminadas esperanzas. A lo que Periandro le replicó que detuviesen algunos días la partida; quizá, con la tardanza del tiempo, se mudarían o se templarían los influjos rigurosos de las estrellas.

—No—replicó Mauricio—; mejor es arrojarnos en las manos deste peligro, pues no llega a quitar la vida, que no intentar otro camino que nos lleve a perderla.

—Ea, pues—dijo Periandro—; echada está la suerte; partamos en buen hora, y haga el cielo lo que ordenado tiene, pues nuestra diligencia no lo puede excusar.

Satisfizo Arnaldo al huésped magníficamente, con muchos dones, el buen hospedaje, y unos en unos navíos y otros en otros, cada cual según y como vió que más le convenía, dejó el puerto des-