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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/31

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taba, tenía el alma llena de mil imaginaciones y sospechas, discurriendo con velocísimo curso del entendimiento lo que podía suceder si acaso Auristela entre aquellos bárbaros se hallase, le respondió:

—Señor, yo no tengo edad para saberte aconsejar; pero tengo voluntad, que me mueve a servirte, que la vida que me has dado, con el recibimiento y mercedes que me has hecho, me obligan a emplearla en tu servicio. Mi nombre es Periandro, de nobilísimos padres nacido, y al par de mi nobleza corre mi desventura y mis desgracias, las cuales, por ser tantas, no conceden ahora lugar para contártelas. Esa Auristela que buscas es una hermana mía que también yo ando buscando, que, por varios acontecimientos, ha un año que nos perdimos. Por el nombre y por la hermosura que me encareces, conozco, sin duda, que es mi perdida hermana, que daría por hallarla no sólo la vida que poseo, sino el contento que espero recibir de haberla hallado, que es lo más que puedo encarecer; y así, como tan interesado en este hallazgo, voy escogiendo, entre otros muchos medios que en la imaginación fabrico, éste, que, aunque venga a ser con más peligro de mi vida, será más cierto y más breve: tú, señor Arnaldo, ¿estás determinado de vender esta doncella a estos bárbaros, para que, estando en su poder, vea si está en el suyo Auristela, de que te podrás informar volviendo otra vez a vender otra doncella a los mismos bárbaros, y a Taurisa no le faltará modo, o