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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/33

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decir que los celos rompen toda seguridad y recato, aunque dél se armen los pechos enamorados. Finalmente, hecho el metamorfosis de Periandro, se hicieron un poco a la mar, para que de todo en todo de los bárbaros fuesen descubiertos.

La priesa con que Arnaldo quiso saber de Auristela no consintió en que preguntase primero a Periandro quién eran él y su hermana, y por qué trances habían venido al miserable en que le había hallado: que todo esto, según buen discurso, había de preceder a la confianza que dél hacía; pero como es propia condición de los amantes ocupar los pensamientos antes en buscar los medios de alcanzar el fin de su deseo, que en otras curiosidades, no le dió lugar a que preguntase lo que fuera bien que supiera, y lo que supo después, cuando no le estuvo bien el saberlo. Alongados, pues, un tanto de la isla, como se ha dicho, adornaron la nave con flámulas y gallardetes, que ellos azotando el aire y ellas besando las aguas, hermosísima vista hacían; el mar tranquilo, el cielo claro, el son de las chirimías y de otros instrumentos, tan bélicos como alegres, suspendían los ánimos; y los bárbaros, que de no muy lejos lo miraban, quedaron más suspensos, y en un momento coronaron la ribera, armados de arcos y saetas de la grandeza que otra vez se ha dicho. Poco menos de una milla llegaba la nave a la isla, cuando, disparando toda la artillería, que traía mucha y gruesa, arrojó el esquife al agua, y entrando en él Arnaldo, Taurisa y Pe-