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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/84

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—a lo que después acá he entendido—quién era, cómo me llamaba, adónde venía y adónde iba. Respondíles con callar y hacer todas las señales de mudo más aparentes que pude, y luego reiteraba los saltos y menudeaba las cabriolas. Salíme de entre ellos; siguiéronme los muchachos, que no me dejaban adondequiera que iba. Con esta industria pasé por bárbaro y por mudo, y los muchachos, por verme saltar y hacer gestos, me daban de comer de lo que tenían. Desta manera he pasado tres años entre ellos, y aun pasara todos los de mi vida sin ser conocido. Con la atención y curiosidad noté su lengua y aprendí mucha parte de ella; supe la profecía que de la duración de su reino tenía profetizada un antiguo y sabio bárbaro a quien ellos daban gran crédito; he visto sacrificar algunos varones para hacer la experiencia de su cumplimiento, y he visto comprar algunas doncellas para el mismo efeto, hasta que sucedió el incendio de la isla que vosotros, señores, habéis visto. Guardéme de las llamas, fuí a dar aviso a los prisioneros de la mazmorra donde vosotros, sin duda, habéis estado; vi estas barcas, acudí a la marina, hallaron en vuestros generosos pechos lugar mis ruegos, recogístesme en ellas, por lo que os doy infinitas gracias, y agora espero en la del cielo, que, pues nos sacó de tanta miseria a todos, nos ha de dar en este que pretendemos felicísimo viaje.”

Aquí dió fin Rutilio a su plática, con que dejó admirados y contentos a los oyentes. Llegóse el