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trada besaré la tierra en prueba de humildad.
Dejaré que los hombres me miren con desprecio; aceptaré la mordedura de las víboras y el azote de sus viscosos miembros sobre mis espaldas.
Recibiré con gusto el castigo de los vientos helados que me penetrarán hasta la médula y que harán su guarida en mi cerebro.
Pediré a los rayos y a los truenos que sobre mi frente descarguen su furor.
Con llena voz imploraré al mar para que me envuelva en sus iracundas olas, y me haga libar hasta las heces su amargor.
Dejará que el sol se ensañe con mi cuerpo y lo carbonice; seré resignado combustible para las llamas aviesas.
Renunciaré a mi conciencia, y seré bestia