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por las habitaciones, en limpieza de suelos y muebles. Se alzó.

Seguía el malestar de la noche pasada, más acentuado ahora todavía. ¿Porqué el sueño de amor fué á modo de vara de rosas que le golpeó, en la noche, las sienes, el pecho, el alma loca de soñar, sangrandola con sus espinas y con sus flores muertas en los golpes, perfumándola suavemente.

Vestida ya, al comedor. Se encontró con su padre, leyendo la prensa, después del desayuno

¡Halow, papa!

D. Juan Albay se quitó de los labios el cigarro puro, que fumaba, para besarla en la frente, coronada por un sueño de amor.

—¿A qué hora llegaste, papá?