ma de madera capaz de contener doce y áun dieciseis soldados, y además 60.000 peones y jinetes. Dispuesto todo, el rey de Mien se puso en marcha para sorprender el ejército del gran Kan, y al cabo de tres jornadas de camino llegó cerca del campamento de los tártaros.
Cuando el general de éstos recibió aviso del ejército que iba á combatirle no se des animó, á pesar de que no contaba más, que con 12.000 jinetes llamados Nescredin, soldados escogidos, valerosos y guiados por hábiles capitanes: reuniendo sus tropas y pensando en sacar partido de un bosque muy espeso que por allí cerca había, bajó al llano resuelto á defender el territorio.
Descansado ya el ejército de Mien, levantó el campo y se fué acercando al llano de Uncian, donde le esperaban los tártaros. Estando á una milla de distancia del enemigo, desplegó los clefantes y dispuso en buen órden sus soldados. Los contrarios, sin acobardarse, ántes bien, manifestando un valor á toda prueba, salieron á oponerse á la marcha de aquéllos; pero como los caballos tártaros no habían visto clefantes, se espantaron de tal modo que era imposible sujetarlos, y entre tanto los de Mien iban avanzando.
Vacilantes los tártaros acerca de lo que deberían hacer en vista del miedo de sus